sábado, 26 de abril de 2014

Sócrates

Sócrates
... más sabia es la que sabe lo que no sabe...
Sofía se puso un vestido de verano y bajó a la cocina. Su madre estaba inclinada sobre
la encimera. Decidió no decirle nada sobre el pañuelo de seda.
—¿Has recogido el periódico? — se le escapó a Sofía.
La madre se volvió hacia ella.
—¿Me haces el favor de recogerlo tú?
Sofía se fue corriendo al jardín y se inclinó sobre el buzón verde.
Solamente un periódico. Era pronto para esperar respuesta a su carta. En la portada
del periódico leyó unas lineas sobre los cascos azules de las Naciones Unidas en el
Líbano.
Los cascos azules... ¿No era lo que ponía en el sello de la postal del padre de Hilde?
Pero llevaba sellos noruegos. A lo mejor los cascos azules de las Naciones Unidas
llevaban consigo su propia oficina de correos.
Cuando su madre hubo terminado en la cocina, le dijo a Sofía medio en broma:
—Vaya, sí que te interesa el periódico.
Afortunadamente no dijo nada más sobre buzones y cosas por el estilo, ni durante el
desayuno ni más tarde, en el transcurso del día. Cuando se fue a hacer la compra, Sofía
cogió la carta sobre la fe en el destino y se la llevó al Callejón.
El corazón le dio un vuelco cuando de repente vio un sobrecito blanco junto a la caja
que contenía las cartas del profesor de filosofía. Sofía estaba segura de que no la había
dejado allí.
También este sobre estaba mojado por los bordes, y tenía, exactamente como el
anterior, un par de profundas incisiones.
¿Había estado ahí el profesor de filosofía? ¿Conocía su escondite más secreto? ¿Pero
por qué estaban mojados los sobres?
Sofía daba vueltas a todas esas preguntas. Abrió el sobre y leyó la nota.
Querida Sofía. He leído tu carta con gran interés, y también con un poco de pesar,
ya que tendré que desilusionarte respecto a lo de las visitas para tomar café y esas
cosas. Un día nos conoceremos, pero pasará bastante tiempo hasta que pueda aparecer
por tu calle.
Además, debo añadir que a partir de ahora no podré llevarte las cartas personalmente. A la larga, sería demasiado arriesgado. A partir de ahora, mi pequeño
mensajero te las llevará, y las depositará directamente en el lugar secreto del jardín.
Puedes seguir poniéndote en contacto conmigo cuando sientas necesidad de ello.
En ese caso, tendrás que poner un sobre de color rosa con una galletita dulce o un
terrón de azúcar dentro. Cuando mi mensajero descubra una carta así, me traerá el
correo.
P. D. No es muy agradable tener que rechazar tu invitación a tomar café, pero a
veces resulta totalmente necesario.
P. D P. D. Si encontraras un pañuelo rojo de seda, ruego lo guardes bien. De vez en
cuando, objetos de este tipo se cambian por error en colegios y lugares así, y ésta es
una escuela de filosofía.
Saludos, Alberto Knox.
Sofía tenía catorce años y en el transcurso de su vida había recibido unas cuantas
cartas, por Navidad, su cumpleaños y fechas parecidas. Pero esta carta era la más curiosa
que había recibido jamás.
No llevaba ningún sello. Ni siquiera había sido metida en el buzón. Esta carta había
sido llevada directamente al lugar secretísimo de Sofía dentro del viejo seto. También
resultaba curioso que la carta se hubiera mojado en ese día primaveral tan seco.
Lo más raro de todo era, desde luego, el pañuelo de seda. El profesor de filosofía
también tenía otro alumno. ¡Vale! Y ese otro alumno había perdido un pañuelo rojo de
seda. ¡Vale! ¿Pero cómo había podido perder el pañuelo debajo de la cama de Sofía?
Y Alberto Knox... ¿No era ése un nombre muy extraño?
Con esta carta se confirmaba, al menos, que existía una conexión entre el profesor de
filosofía y Hilde Møller Knag. Pero lo que resultaba completamente incomprensible era
que también el padre de Hilde hubiera confundido las direcciones.
Sofía se quedó sentada un largo rato meditando sobre la relación que pudiese haber
entre Hilde y ella. Al final, suspiró resignada. El profesor de filosofía había escrito que un
día le conocería. ¿Conocería a Hilde también?
Dio la vuelta a la hoja y descubrió que había también algunas frases escritas al dorso:
¿Existe un pudor natural?
Más sabia es la que sabe lo que no sabe
La verdadera comprensión viene de dentro
Quien sabe lo que es correcto también hará lo correcto.
Sofía comprendió que las frases cortas que venían en el sobre blanco la iban a
preparar para el próximo sobre grande que llegaría muy poco tiempo después. Se le ocurrió
una cosa: si el mensajero, iba a depositar el sobre ahí, en el Callejón, podía simplemente
ponerse a esperarle. ¿O sería ella? ¡En ese caso se agarraría a esa persona hasta que el o
ella le contara algo mas del filósofo! En la carta ponía, además, que el mensajero era
pequeño. ¿Se trataría de un niño?
¿Existe un pudor natural?
Sofía sabía que«pudor» era una palabra anticuada que significaba «timidez»; por
ejemplo, sentir pudor por que alguien te vea desnudo. ¿Pero era en realidad natural
sentirse intimidado por ello?
Decir que algo es natural, significa que es algo aplicable a la mayoría de las personas.
Pero en muchas partes del mundo, era natural ir desnudo. ¿Entonces, era la sociedad
la que decidía lo que se podía y lo que no se podía hacer? Cuando la abuela era joven, por
ejemplo, no se podía tomar el sol en top less. Pero, hoy en día, la mayoría opinaba que era
algo natural; aunque en muchos países sigue estando terminantemente prohibido. Sofía
se rascó la cabeza. ¿Era esto filosofía?
Y luego la siguiente frase: «Más sabia es la que sabe lo que no sabe».
¿Más sabia que quién? Si lo que quería decir el filósofo era que, una que era
consciente de que no sabía todo, era más sabia que una que sabía igual de poco, pero
que, sin embargo, se imaginaba saber un montón, entonces no resultaba difícil estar de
acuerdo. Sofía nunca había pensado en esto antes. Pero cuanto más pensaba en ello, más
claro le parecía que el saber lo que uno no sabe, también es, en realidad, una forma de
saber. No aguantaba a esa gente tan segura de saber un montón de cosas de las que no
tenía ni idea.
Y luego eso de que los verdaderos conocimientos vienen de dentro. ¿Pero no vienen
en algún momento todos los conocimientos desde fuera, antes de entrar en la cabeza de
la gente? Por otra parte, Sofía se acordaba de situaciones en las que su madre o los
profesores le habían intentado enseñar algo que ella había sido reacia a aprender. Cuando
verdaderamente había aprendido algo, de alguna manera, ella había contribuido con algo.
Cuando de repente había entendido algo, eso era quizás a lo que se llamaba
«comprensión».
Pues sí, Sofía opinaba que se había defendido bastante bien en los primeros ejercicios.
Pero la siguiente afirmación era tan extraña que simplemente se echó a reír: «Quien sepa
lo que es correcto también hará lo correcto.»
¿Significaba eso que cuando un ladrón robaba un banco lo hacía porque no sabía que
no era correcto? Sofía no lo creía. Al contrario, pensaba que niños y adultos eran capaces
de hacer muchas tonterías, de las que a lo mejor se arrepentían más tarde, y que
precisamente lo hacían a pesar de saber que no estaba bien lo que hacían.
Mientras meditaba sobre esto, oyó crujir unas hojas secas al otro lado del seto que
daba al gran bosque. ¿Sería acaso el mensajero? Sofía tuvo la sensación de que su
corazón daba un salto. Pero aún tuvo mas miedo al oír que lo que se acercaba respiraba
como un animal.
De repente vio un gran perro que había conseguido meterse en el Callejón desde el
bosque. Tenía que ser un labrador. En la boca llevaba un sobre amarillo grande, que soltó
justamente delante de las rodillas de Sofía. Todo sucedió con tanta rapidez que Sofía no
tuvo tiempo de reaccionar. En unos instantes tuvo el sobre en la mano, pero el perro se
había esfumado. Cuando todo hubo pasado, reaccionó. Puso las manos sobre las piernas
y empezó a llorar.
No sabía cuánto tiempo había permanecido así, pero al cabo de un rato volvió a
levantar la vista.
¡Conque ése era el mensajero! Sofía respiró aliviada. Esa era la razón por la que los
sobres blancos siempre estaban mojados por los bordes. Y ahora resultaba evidente por
qué tenía como incisiones en el papel. ¿Cómo no se le había ocurrido? Además, ahora
tenía cierta lógica la orden de meter una galleta dulce o un terrón de azúcar en el sobre que
ella mandara al filósofo.
No pensaba siempre tan rápidamente como le hubiera gustado. No obstante, era
indiscutible que tener a un perro bien enseñado como mensajero era algo bastante
insólito. Al menos podía abandonar la idea de obligar al mensajero a revelar dónde se
encontraba Alberto Knox.
Sofía abrió el voluminoso sobre y se puso a leer.
La filosofía en Atenas
Querida Sofía: Cuando leas esto, ya habrás conocido probablemente a
Hermes. Para que no quepa ninguna duda, debo añadir que es un perro. Pero eso
no te debe preocupar. Él es muy bueno, y además mucho mas inteligente que
muchas personas. O, por lo menos, no pretende ser más inteligente de lo que es.
También debes tomar nota de que su nombre no ha sido elegido totalmente al
azar.
Hermes era el mensajero de los dioses griegos. También era el dios de los
navegantes, pero eso no nos concierne a nosotros, al menos no por ahora. Lo que
es más importante es que Hermes también ha dado nombre a la palabra
hermético, que significa oculto o inaccesible. Va muy bien con la manera en que
Hermes nos mantiene a los dos, ocultos el uno al otro.
Con esto he presentado al mensajero. Obedece, como es natural, a su
nombre, y es, en general, bastante bien educado.
Volvamos a la filosofía. Ya hemos concluido la primera parte; es decir, la
filosofía de la naturaleza, la ruptura con la concepción mítica del mundo. Ahora
vamos a conocer a los tres filósofos más grandes de la Antigüedad. Se llaman
Sócrates, Platón y Aristóteles. Estos tres filósofos dejaron, cada uno a su
manera, sus huellas en la civilización europea.
A los filósofos de la naturaleza se les llama a menudo presocráticos, porque
vivieron antes de Sócrates. Es verdad que Demócrito murió un par de años
después que Sócrates, pero su manera de pensar pertenece a la filosofía de la
naturaleza presocrática. Además no marcamos únicamente una separación
temporal con Sócrates, también nos vamos a trasladar un poco geográficamente,
ya que Sócrates es el primer filósofo nacido en Atenas, y tanto él como sus dos
sucesores vivieron y actuaron en Atenas. Quizás recuerdes que también
Anaxágoras vivió durante algún tiempo en esa ciudad, pero fue expulsado por decir
que el sol era una esfera de fuego. ( Tampoco le fue mejor a Sócrates). Desde los
tiempos de Sócrates, la vida cultural griega se concentró en Atenas. Pero aún es
más importante tener en cuenta que el mismo proyecto filosófico cambia de
características al pasar de los filósofos de la naturaleza a Sócrates.
¡Se levanta el telón, Sofía! La historia del pensamiento es como un drama en
muchos actos.
El hombre en el centro
Desde aproximadamente el año 450 a. de C., Atenas se convirtió en el centro
cultural del mundo griego. Y también la filosofía tomó un nuevo rumbo. Los
filósofos de la naturaleza fueron ante todo investigadores de la naturaleza. Por ello
ocupan también un importante lugar en la historia de la ciencia.
En Atenas, el interés comenzó a centrarse en el ser humano y en el lugar de
éste en la sociedad. En Atenas se iba desarrollando una democracia con
asamblea popular y tribunales de justicia. Una condición previa de la democracia
era que el pueblo recibiera la enseñanza necesaria para poder participar en el
proceso de democratización. También en nuestros días sabemos que una joven
democracia requiere que el pueblo reciba una buena enseñanza. En Atenas, por
lo tanto, era muy importante dominar, sobre todo, el arte de la retórica.
Desde las colonias griegas, pronto acudió a Atenas un gran grupo de
profesores y filósofos errantes. Estos se llamaban a sí mismos sofistas. La
palabra sofista significa persona sabia o hábil. En Atenas los sofistas vivían de
enseñar a los ciudadanos.
Los sofistas tenían un importante rasgo en común con los filósofos de la
naturaleza: el adoptar una postura crítica ante los mitos tradicionales. Pero, al
mismo tiempo, los sofistas rechazaron lo que entendían como especulaciones
filosóficas inútiles. Opinaban que, aunque quizás existiera una respuesta a las
preguntas filosóficas, los seres humanos no serían capaces de encontrar
respuestas seguras a los misterios de la naturaleza y del universo. Ese punto de
vista se llama escepticismo en filosofía.
Pero aunque no seamos capaces de encontrar la respuesta a todos los
enigmas de la naturaleza, sabemos que somos seres humanos obligados a
convivir en sociedad. Los sofistas optaron por interesarse por el ser humano y por
su lugar en la sociedad.
El hombre es la medida de todas las cosas, decía el sofista Protágoras (aprox.487-420 a. de C.), con lo que quería decir que siempre hay que valorar lo que es bueno o malo, correcto o equivocado, en relación con las necesidades del hombre.Cuando le preguntaron si creía en los dioses griegos, contestó que el asunto es
complicado y la vida humana es breve. A los que, como él, no saben pronunciarse con seguridad sobre la pregunta de si existe o no un dios, los llamamos agnósticos.
Los sofistas viajaron mucho por el mundo, y habían visto muchos regímenes distintos. Podían variar mucho, de un lugar a otro, las costumbres y las leyes de los Estados. De ese modo, los sofistas crearon un debate en Atenas sobre qué era lo que estaba determinado por la naturaleza y qué creado por la sociedad. Así
pusieron los cimientos de una crítica social en la ciudad-estado de Atenas.Señalaron, por ejemplo, que expresiones tales como «pudor natural» no
siempre concordaban con la realidad. Porque si es natural tener pudor, tiene que
ser algo innato. ¿Pero es innato, Sofía, o es un sentimiento creado por la
sociedad? A una persona que ha viajado por el mundo, la respuesta le resulta fácil:
no es natural o innato tener miedo a mostrarse desnudo. El pudor, o la falta de
pudor, está relacionado con las costumbres de la sociedad.
Como podrás entender, los sofistas errantes crearon amargos debates en la
sociedad ateniense, señalando que no había normas absolutas sobre lo que es
correcto o erróneo. Sócrates, por otra parte, intentó mostrar que sí existen algunas
normas absolutas y universales.
¿Quien era Sócrates?
Sócrates (470-399 a. de C.) es quizás el personaje más enigmático de toda la
historia de la filosofía. No escribió nada en absoluto. Y sin embargo, es uno de los
filósofos que más influencia ha ejercido sobre el pensamiento europeo. Esto se
debe en parte a su dramática muerte.
Sabemos que nació en Atenas y que pasó la mayor parte de su vida por calles
y plazas conversando con la gente con la que se topaba. Los árboles en el campo
no me pueden enseñar nada, decía. A menudo se quedaba inmóvil, de pie, en
profunda meditación durante horas.
Ya en vida fue considerado una persona enigmática y, al poco tiempo de morir,
como el artífice de una serie de distintas corrientes filosóficas. Precisamente
porque era tan enigmático y ambiguo, podía ser utilizado en provecho de corrientes
completamente diferentes.
Lo que es seguro es que feo de remate. Era bajito y gordo, con ojos saltones
y nariz respingona. Pero interiormente era, se decía, «maravilloso». También se
decía de él: Se puede buscar y rebuscar en su propia época, se puede buscar y
rebuscar en el pasado, pero nunca se encontrará a nadie como él. Y, sin embargo,
fue condenado a muerte por su actividad filosófica.
La vida de Sócrates se conoce sobre todo a través de Platón, que fue su
alumno y que, por otra parte, sería uno de los filósofos más grandes de la historia.
Platón escribió muchos diálogos —o conversaciones filosóficas— en los que
utilizaba a Sócrates como portavoz.
No podemos estar completamente seguros de que las palabras que Platón
pone en boca de Sócrates fueran verdaderamente pronunciadas por Sócrates, y,
por ello, resulta un poco difícil separar entre lo que era la doctrina de Sócrates y
las palabras del propio Platón. Este problema también surge con otros personajes
históricos que no dejaron ninguna fuente escrita. El ejemplo más conocido de esto
es, sin duda, Jesucristo. No podemos estar seguros de que el Jesús histórico
dijera verdaderamente lo que ponen en su boca Mateo o Lucas. Lo mismo pasa
también con lo que dijo el «Sócrates histórico».
Sin embargo, no es tan importante saber quién era Sócrates verdaderamente.
Es, ante todo, la imagen que nos proporciona Platón de Sócrates la que ha
inspirado a los pensadores de Occidente durante casi 2.500 años.
El arte de conversar
La propia esencia de la actividad de Sócrates es que su objetivo no era enseñar
a la gente. Daba más bien la impresión de que aprendía de las personas con las
que hablaba. De modo que no enseñaba como cualquier maestro de escuela. No,
no, él conversaba.
Está claro que no se habría convertido en un famoso filósofo si sólo hubiera
escuchado a los demás. Y tampoco le habrían condenado a muerte, claro está.
Pero, sobre todo, al principio solía simplemente hacer preguntas, dando a
entender que no sabía nada. En el transcurso de la conversación, solía conseguir
que su interlocutor viera los fallos de su propio razonamiento. Y entonces, podía
suceder que el otro se viera acorralado y, al final, tuviera que darse cuenta de lo
que era bueno y lo que era malo.
Se dice que la madre de Sócrates era comadrona, y Sócrates comparaba su
propia actividad con la del «arte de parir» de la comadrona. No es la comadrona
la que pare al niño. Simplemente está presente para ayudar durante el parto. Así,
Sócrates consideraba su misión ayudar a las personas a parir la debida
comprensión. Porque el verdadero conocimiento tiene que salir del interior de cada
uno. No puede ser impuesto por otros. Sólo el conocimiento que llega desde
dentro es el verdadero conocimiento.
Puntualizo: la capacidad de parir hijos es una facultad natural. De la misma
manera, todas las personas pueden llegar a entender las verdades filosóficas
cuando utilizan su razón. Cuando una persona «entra en juicio», recoge algo de
ella misma.
Precisamente haciéndose el ignorante, Sócrates obligaba a la gente con la que
se topaba a utilizar su sentido común. Sócrates se hacía el ignorante, es decir,
aparentaba ser más tonto de lo que era. Esto lo llamamos ironía socrática. De esa
manera, podía constantemente señalar los puntos débiles de la manera de pensar
de los atenienses. Esto solía suceder en plazas públicas. Un encuentro con
Sócrates podía significar quedar en ridículo ante un gran público.
Por lo tanto, no es de extrañar que Sócrates, a la larga, pudiera resultar
molesto e irritante, sobre todo para los que sostenían los poderes de la sociedad.
Atenas es como un caballo apático, decía Sócrates, y yo soy un moscardón que
intenta despertarlo y mantenerlo vivo. (¿Qué se hace con un moscardón, Sofía?
¿Me lo puedes decir?)
Una voz divina
No era con intención de torturar a su prójimo por lo que Sócrates les incordiaba
continuamente. Había algo dentro de él que no le dejaba elección. El solía decir
que tenía una «voz divina» en su interior. Sócrates protestaba, por ejemplo, contra
tener que participar en condenar a alguien a muerte. Además, se negaba a delatar
a adversarios políticos. Esto le costaría al final, la vida.
En 399 a. de C. fue acusado de «introducir nuevos dioses» y de «llevar a la
juventud por caminos equivocados».
Por una escasa mayoría, fue declarado culpable por un jurado de 500
miembros. Seguramente podría haber suplicado clemencia. Al menos, podría
haber salvado el pellejo si hubiera accedido a abandonar Atenas. Pero si lo hubiera
hecho, no habría sido Sócrates. El caso es que valoraba su propia conciencia —y
la verdad— más que su propia vida. Aseguró que había actuado por el bien del
Estado. Y, sin embargo, lo condenaron a muerte. Poco tiempo después, vació la
copa de veneno en presencia de sus amigos más íntimos. Luego cayó muerto al
suelo.
¿Por qué, Sofía? ¿Por qué tuvo que morir Sócrates? Esta pregunta ha sido
planteada por los seres humanos durante 2.400 años. Pero él no es la única
persona en la historia que ha ido hasta el final, muriendo por su convicción. Ya
mencioné a Jesús, y en realidad existen más puntos comunes entre Jesús y
Sócrates. Mencionaré algunos.
Tanto Jesús como Sócrates eran considerados personas enigmáticas por sus
contemporáneos. Ninguno de los dos escribió su mensaje, lo que significa que
dependemos totalmente de la imagen que de ellos dejaron sus discípulos. Lo que
está por encima de cualquier duda, es que los dos eran maestros en el arte de
conversar. Además, hablaban con una autosuficiencia que fascinaba e irritaba. Y
los dos pensaban que hablaban en nombre de algo mucho mayor que ellos
mismos. Desafiaron a los poderosos de la sociedad, criticando toda clase de
injusticia y abuso de poder. Y finalmente: esta actividad les costaría la vida.
También en lo que se refiere a los juicios contra Jesús y Sócrates, vemos
varios puntos comunes. Los dos podrían haber suplicado clemencia y haber
salvado, así, la vida. Pero pensaban que tenían una vocación que habrían
traicionado si no hubieran ido hasta el final. Precisamente yendo a la muerte con
la cabeza erguida, reunirían a miles de partidarios también después de su muerte.
Aunque hago esta comparación entre Jesús y Sócrates, no digo que fueran
iguales. Lo que he querido decir, ante todo, es que los dos tenían un mensaje que
no puede ser separado de su coraje personal.
Un comodín en Atenas
¡Sócrates, Sofía! No hemos acabado del todo con él, ¿sabes?. Hemos dicho
algo sobre su método. ¿Pero cuál fue su proyecto filosófico?
Sócrates vivió en el mismo tiempo que los sofistas. Como ellos se interesó
más por el ser humano y por su vida que por los problemas de los filósofos de la
naturaleza. Un filósofo romano — Cicerón — diría, unos siglos más tarde, que
Sócrates «hizo que la filosofía bajara del cielo a la tierra, y la dejó morar en las
ciudades y la introdujo en las casas, obligando a los seres humanos a pensar en
la vida, en las costumbres, en el bien y en el mal».
Pero Sócrates también se distinguía de los sofistas en un punto importante.
El no se consideraba sofista, es decir, una persona sabia o instruida. Al contrario
que los sofistas, no cobraba dinero por su enseñanza. Sócrates se llamaba
«filósofo», en el verdadero sentido de la palabra. «Filósofo» significa en realidad
«uno que busca conseguir sabiduría».
¿Estás cómoda, Sofía? Para el resto del curso de filosofía, es muy importante
que entiendas la diferencia entre un «sofista» y un «filósofo». Los sofistas
cobraban por sus explicaciones más o menos sutiles, y esos sofistas han ido
apareciendo y desapareciendo a través de toda la historia. Me refiero a todos esos
maestros de escuela y sabelotodos que, o están muy contentos con lo poco que
saben, o presumen de saber un montón de cosas de las que en realidad no tienen
ni idea. Seguramente habrás conocido a algunos de esos sofistas en tu corta vida.
Un verdadero filósofo, Sofía, es algo muy distinto, más bien lo contrario. Un
filósofo sabe que en realidad sabe muy poco, y, precisamente por eso, intenta una
y otra vez conseguir verdaderos conocimientos.
Sócrates fue un ser así, un ser raro. Se daba cuenta de que no sabía nada de
la vida ni del mundo, o más que eso: le molestaba seriamente saber tan poco. Un
filósofo es, pues, una persona que reconoce que hay un montón de cosas que no
entiende. Y eso le molesta. De esa manera es, al fin y al cabo, más sabio que
todos aquellos que presumen de saber cosas de las que no saben nada. «La más
sabia es la que sabe lo que no sabe», dije. Y Sócrates dijo que sólo sabía una
cosa: que no sabía nada. Toma nota de esta afirmación, porque ese
reconocimiento es una cosa rara, incluso entre filósofos. Además, puede resultar
tan peligroso si lo predicas públicamente que te puede costar la vida. Los que
preguntan, son siempre los más peligrosos. No resulta igual de peligroso
contestar. Una sola pregunta puede contener más pólvora que mil respuestas.

¿Has oído hablar del nuevo traje del emperador? En realidad, el emperador
estaba totalmente desnudo, pero ninguno de sus súbditos se atrevió a decírselo.
De pronto, hubo un niño que exclamó que el emperador estaba desnudo. Ése era
un niño valiente, Sofía. De la misma manera, Sócrates se atrevió a decir lo poco
que sabemos los seres humanos. Ya señalamos antes el parecido que hay entre
niños y filósofos.
Puntualizo: la humanidad se encuentra ante una serie de preguntas
importantes a las que no encontramos fácilmente buenas respuestas. Ahora se
ofrecen dos posibilidades: podemos engañarnos a nosotros mismos y al resto del
mundo, fingiendo que sabemos todo lo que merece la pena saber, o podemos
cerrar los ojos a las preguntas primordiales y renunciar, de una vez por todas, a
conseguir más conocimientos. De esta manera, la humanidad se divide en dos
partes. Por regla general, las personas, o están segurísimas de todo, o se
muestran indiferentes. (¡Las dos clases gatean muy abajo en la piel del conejo!)
Es como cuando divides una baraja en dos, mi querida Sofía. Se meten las cartas
rojas en un montón, y las negras en otro. Pero, de vez en cuando, sale de la
baraja un comodín, una carta que no es ni trébol, ni corazón, ni rombo, ni pica.
Sócrates fue un comodín de esas características en Atenas. No estaba ni
segurísimo, ni se mostraba indiferente. Solamente sabía que no sabía nada, y eso
le inquietaba. De modo que se hace filósofo el que incansablemente busca
conseguir conocimientos ciertos.
Se cuenta que un ateniense preguntó al oráculo de Delfos quién era el ser más
sabio de Atenas. El oráculo contestó que era Sócrates. Cuando Sócrates se
enteró, se extrañó muchísimo. (¡Creo que se echó a reír, Sofía!) Se fue en seguida
a la ciudad a ver a uno que, en opinión propia, y en la de muchos otros, era muy
sabio. Pero cuando resultó que ese hombre no era capaz de dar ninguna
respuesta cierta a las preguntas que Sócrates le hacía, éste entendió al final que
el oráculo tenía razón.
Para Sócrates era muy importante encontrar una base segura para nuestro
conocimiento. El pensaba que esta base se encontraba en la razón del hombre.
Con su fuerte fe en la razón del ser humano, era un típico racionalista.
Un conocimiento correcto conduce a acciones correctas
Ya mencioné que Sócrates pensaba que tenía por dentro una voz divina y que
esa «conciencia» le decía lo que estaba bien. «Quien sepa lo que es bueno,
también hará el bien», decía. Quería decir que conocimientos correctos conducen
a acciones correctas. Y sólo el que hace esto se convierte en un «ser correcto».
Cuando actuamos mal es porque desconocemos otra cosa. Por eso es tan
importante que aumentemos nuestros conocimientos.
Sócrates estaba precisamente buscando definiciones claras y universales de
lo que estaba bien y de lo que estaba mal. Al contrario que los sofistas, él
pensaba que la capacidad de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal
se encuentra en la razón, y no en la sociedad.
Quizás esto último te resulte un poco difícil de digerir, Sofía. Empiezo de
nuevo: Sócrates pensaba que era imposible ser feliz si uno actúa en contra de sus
convicciones. Y el que sepa cómo se llega a ser un hombre feliz, intentará serlo.
Por ello, quien sabe lo que está bien, también hará el bien, pues ninguna
persona querrá ser infeliz, ¿no?
¿Tú qué crees, Sofía? ¿Podrás vivir feliz si constantemente haces cosas que
en el fondo sabes que no están bien? Hay muchos que constantemente mienten,
y roban, y hablan mal de los demás. ¡De acuerdo! Seguramente saben que eso no
está bien, o que no es justo, si prefieres. ¿Pero crees que eso les hace felices?
Sócrates no pensaba así.
Cuando Sofía hubo leído la carta sobre Sócrates, la metió en la caja y salió al jardín.
Quería meterse en casa antes de que su madre volviera de la compra, para evitar un
montón de preguntas sobre dónde había estado. Además, había prometido fregar los
platos.
Estaba llenando de agua la pila cuando entro su madre con dos bolsas de compra.
Quizás por eso dijo:
— Pareces estar un poco en la luna últimamente, Sofía.
Sofía no sabía por que lo decía, simplemente se le escapó:
—Sócrates también lo estaba.
—¿Sócrates?
La madre abrió los ojos de par en par.
—Es una pena que tuviera que pagar con su vida por ello —prosiguió Sofía muy
pensativa.
—¡Pero Sofía! ¡Ya no sé qué decir!
—Tampoco lo sabía Sócrates. Lo Único que sabia era que no sabía nada en absoluto.
Y, sin embargo, era la persona más sabia de Atenas.
La madre estaba atónita. Al final dijo:
—¿Es algo que has aprendido en el instituto?
Sofía negó enérgicamente con la cabeza.
—Allí no aprendemos nada...
La gran diferencia entre un maestro de escuela y un auténtico filosofo es que el
maestro cree que sabe un montón e intenta obligar a los alumnos a aprender. Un filósofo
intenta averiguar las cosas junto con los alumnos.
—De modo que estamos hablando de conejos blancos... Sabes una cosa, pronto
exigiré que me digas quién es ese novio tuyo. Si no, empezaré a pensar que está un poco
tocado.
Sofía se volvió y señaló a su madre con el cepillo de fregar.
—No es él el que está tocado. Pero es un moscardón que estorba a los demás. Lo hace
para sacarles de su manera rutinaria de pensar.
—Bueno, déjalo ya. A mí me parece que debe de ser un poco respondón.
—No es ni respondón ni sabio. Pero intenta conseguir verdadera sabiduría. Ésa es la
diferencia entre un auténtico comodín y todas las demás cartas de la baraja.
—¿Comodín, has dicho?
Sofía asintió.
—¿Se te ha ocurrido que hay muchos corazones y muchos rombos en una baraja?
También hay muchos tréboles y picas. Pero sólo hay un comodín.
—Cómo contestas, hija mía.
—Y tú, cómo preguntas.
La madre había colocado toda la compra. Cogió el periódico y se fue a la sala de estar.
A Sofía le pareció que había cerrado la puerta dando un portazo.
Cuando hubo terminado de fregar los cacharros, subió a su habitación. Había metido
el pañuelo de seda roja en la parte de arriba de su armario, junto al lego. Ahora lo volvió
a bajar y lo miró detenidamente.

COMPRENSIÓN LECTORA

IDEA PRINCIPAL:
'' Más sabía es la persona que sabe lo que no sabe''

IDEA SECUNDARIA
*Alguien que es consciente de que no lo sabe todo es más sabio que otro que sabía igual de poco pero que sin embargo se imaginaba saber un montón.
*Los verdaderos conocimientos vienen desde adentro puesto que cuando se empeña en aprender algo se entiende mejor y esto llega a una mejor comprensión.


LA FILOSOFÍA EN ATENAS

IDEA PRINCIPAL: ''Ya concluida la primera parte, la filosofía de la naturaleza la ruptura con la concepción mítica del mundo. Siguen los tres filósofos más grandes de la antigüedad, Sócrates, Platón y Aristóteles, que diferentes maneras dejaron huellas en la civilización europea.

IDEAS SECUNDARIAS: 
*A los filósofos de la naturaleza se les llama a menudo ''presócraticos'' porque vivieron antes de Sócrates, aunque Demócrito murió un par de años después de él, su manera de pensar era presócratica.

*Desde los tiempos de Sócrates, la vida cultural griega se centró en Atenas, y aunque es más importante tener en cuenta que el mismo proyecto filosófico cambia de características al pasar de los filósofos de la naturaleza a Sócrates.

EL HOMBRE EN EL CENTRO

IDEA PRINCIPAL: ''Desde las colonias griegas acudió a Atenas un gran grupo de profesores y filósofos errantes. Éstos se llamaban a si mismos sofistas. La palabra ''sofista'' significaba persona sabía o hábil, en Atenas vivían de enseñar a los ciudadanos.
IDEAS SECUNDARIAS: 

*Los sofistas tenían una postura crítica ante los mitos tradicionales.También rechazaron lo que entendían como especulaciones filosóficas inútiles, opinaban que, aunque existiera una respuesta  a las preguntas filosóficas, los seres humanos no serían capaces de encontrar respuestas seguras a los misterios de la naturaleza y del universo, esto es lo que se llama escepticismo.

¿QUIÉN ERA SÓCRATES?

IDEA PRINCIPAL: ''Sócrates (470-399 a de C.) es quizás el personaje más enigmático de toda la historia de la filosofía.No escribió nada en absoluto y sin embargo, es uno de los filósofos que más influencia ha ejercido sobre el pensamiento europeo se debe en parte a su muerte''

IDEAS SECUNDARIAS:

*Ya en vida fue considerado como una persona enigmática, se decía de el ''Se puede buscar y rebuscar en su propia época, se puede buscar y rebuscar en el pasado, pero nunca se encontrará nadie como él'' 
*No podemos estar completamente seguros de que las palabras que Platón pone como palabras de Sócrates, fueran pronunciadas por el mismo, así que resulta difícil separar lo propio de Sócrates y las palabras de Platón,de igual forma, la imagen que Platón dio se Sócrates ha inspirado a pensadores de occidente durante casi 2.500 años.



1 comentario:

  1. Hola, me parecio muy bueno todo lo que haces me sirvio muchisimo deberias seguir haciendolo con los demas capitulos me parece muy bueno

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